Muy buenas, gentes temerosas de Dios y del Diablo,
Hace unas pocas horas -quién lo diría- que
terminamos la quinta sesión de Magice, Rerum Daemonii est en el Club Dragom, y todavía tengo el regustillo en el cuerpo de una partida que ha sido divertida como pocas. Leche, una sesión fantástica para concluir con el primero de los seis capítulos que forman esta campaña clásica de
Aquelarre que tantos y tan buenos momentos nos está deparando. Eso significa que
todavía nos quedan cinco capítulos más, y yo me froto las manos con esta perspectiva, porque lo estamos disfrutando mucho.
Mis jugadores lo bordaron, sencillamente, y yo les fui entregando dados de bonificación con los que gratificar su estupendo roleo (cuando me acordaba, eso sí). Todos estuvieron sembrados, sin excepción. Carlos -el soldado Fuco de O Cebreiro- lo clavó con su arrebato religioso, que obligó al grupo a pegarse unos buenos paseos por el valle de Ulzama antes de poner rumbo a Pamplona. En general,
la precaución y el sentido común de los jugadores, que razonaron en varias direcciones pero la mayor parte de las veces con tino, convirtió la sesión en una partida de paseítos de aquí a allá, y con todo fue excepcional. Hasta que no hicieron "algo" (de lo que seguramente ni se dieron cuenta), no desencadenaron el desenlace del capítulo, que yo pensaba que se iba a producir mucho antes. Terminamos exactamente a las doce de la noche, con el tiempo justo de repartir unos cuantos Puntos de Aprendizaje, recoger los bártulos y volver a casa con el gusto rolero en el cuerpo.
Os dejo las fotos de rigor, la primera de ellas realizada por mi compañero
Jorge Carrero, que tuvo la deferencia de acercarse al club antes de la partida a saludar y enseñarme sus espectaculares avances con
Misterios Ocultos. Si aún no has participado
en este mecenazgo... illo, ¡no sé a qué esperas!
¡Nos leemos!
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Carlos, Furu, servidor, Roberto, Ismael y Nely (¡hombre!). Foto de Jorge. |
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Poker faces y tensión entre Shemuel y Carme a cuenta de cierta espada... |
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Y así caían los rayos sobre la montaña, como chuzos de punta |
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No parece que los rezos de Fuco tuviesen demasiado efecto, ¿eh? |
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Qué partidaca, mare |
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