lunes, 12 de noviembre de 2018

Por la sangre de un dios (resumen de la campaña, parte 6)


Muy buenas amig@s y seguidor@s de La Tapadera, aquí tenéis la crónica de la sexta partida de la campaña Por la sangre de un dios, de La puerta de Ishtar, que estamos jugando dirigidos por Antonio Lozano. Espero que os guste.

Os recuerdo los jugadores y los personajes que llevamos y prosigo con la crónica sin más tiempo que perder!

Edu: Dost
Ignacio: Bagrat
Jesús: Sharruk Ah-Eribo
Patricia: Erishti-Aya
Phillippe: Bel Ninari
Rodrigo: Hanish



Después de los acontecimientos ocurridos en Eshnunna, el comerciante Ishme lleva al grupo de aventureros (palanquín de Hanish incluido) camino de Nippur, río abajo. Corre un viento frío inusitado para la época, por no hablar de que en Akkad no había habido viento hasta ahora, y una ligera brisa los acompaña constantemente. Lo achacan a la ausencia de vegetación: no hay árboles que combatan el viento. Tampoco ven ningún pájaro, algo que inquieta a todo el mundo. Sin vegetación y sin pájaros, a este mundo le pueden quedar semanas, si no días…

Bagrat habla con Natia. Creen que o bien Sargón convence a Shub-Nippurá de que vuelva o bien establece su reino en otro sitio, y ese sitio tiene toda la pinta de ser Cimmeria, cosa que no pueden dejar que pase.

Tras un par de días de navegación, Ishme les anuncia que en un rato los dejará en la orilla de una bifurcación que hace el río Idigna cerca de la ciudad perdida de Larak. Desde allí queda muy cerca Nippur, adonde van en busca de un oráculo al que llaman “el Recaudador”, que podría tener información sobre cómo traspasar la Puerta de Ishtar. Pagan el pasaje a Ishme y acuerdan con él que les espere en la zona durante una semana para que luego los lleve al próximo destino, que esperan que sea Babilonia.

Inician entonces el duro camino por el desierto y al caer la noche se desata la primera tormenta de arena que han visto en sus vidas. Bagrat se apresura a atar los caballos unos con otros. Erishti-Aya vuelca el palanquín de Hanish para hacer un refugio donde se aprietan todo lo que pueden. Bel Ninari y Sharruk intentan protegerse entre el palanquín y los caballos y Dost, sin decir nada a nadie, huye por el desierto corriendo a cuatro patas. El ruido es ensordecedor y es inevitable que la arena se les meta por cualquier orificio o intersticio de piel o ropa. No han vivido nada igual.

Cuando todo termina, hace tiempo que es noche cerrada, todo está oscuro y la sensación es desoladora. Están todos semisepultados en un gran montón de arena, los caballos están bien aunque extenuados y deciden descansar un poco lo que queda de noche.

A la mañana siguiente la estampa no ha cambiado. A su alrededor hay trozos de madera, pájaros muertos, ruedas de carros, restos de cerámica… y a Dost no se le ve por ningún lado. Erishti sabe, por un uridimmu que comerciaba a menudo con su padre, que esa raza, una vez en la vida tiene repentinamente “la llamada del desierto” y entonces desaparecen en él a veces durante semanas. Así que, sabiendo esto, deciden ir hacia adelante y llegan a Nippur al final del día.

La ciudad es enorme, con altísimas murallas, pero no hay una sola luz, ni un alma. Entonces pasa algo increíble: Natia mira con preocupación a Bagrat y le pide que "escuche a su espíritu interior"; mientras tanto, ella se sienta en el suelo con las piernas cruzadas y parece que medita. En ese momento todos oyen un halcón, pero no ven nada en el cielo. Cuando vuelven a oírlo parece que se aleja en dirección a la ciudad. La tercera vez que lo oyen, al rato, Natia abre los ojos y les dice que ha visto la ciudad y que "está muerta". No lo pueden creer, pero Bagrat les explica que Natia es una elegida que ha conseguido su tótem, el halcón, y que tiene sus habilidades y es como si pudiera cambiar de forma.

Como siguen pensando que el conocimiento que precisan está en la ciudad, deciden entrar en ese momento aunque sea de noche. Así que Bagrat consigue escalar la muralla y, buscando unas sogas para lanzarlas a los demás, ve cadáveres por todos lados, muertos por diferentes razones. Encuentra dos cuerdas que pueden servir y tras atarlas bien las echa hacia abajo. Primero sube uno de los esclavos de Hanish y después otro de ellos, pues su amo pretende que suban su palanquín, pero a mitad de la escalada cae y muere. Los demás mushkenus están muy asustados. Hanish pide al mushkenu de arriba que lo suba, pero el awilu pesa demasiado y tiene que escalar por sí mismo. Eso sí: cuando llega arriba le da un fuerte golpe al esclavo con la vara de reprender, por su inutilidad. Es entonces cuando el resto de mushkenus intenta escapar en los caballos, pero rápidamente Bagrat, que los ve, le da un lanzazo a uno de ellos desde arriba de la muralla y lo mata. Hanish también lo intenta pero falla el tiro. Erishti-Aya placa a otro esclavo y lo derriba (no quiere acabar con la vida del infeliz), pero Sharruk, después de matar a otro, se encarga de pasarlo por el cuchillo sin que ella pueda impedirlo. Bel Ninari acaba con otro pero no pueden evitar que dos de los esclavos huyan en un caballo.

Después de todo esto, deciden que Bel Ninari se quede al cuidado de los caballos y el resto sube la muralla y pasan al interior de la ciudad. Están aterrorizados con la visión de tantos cadáveres, a oscuras, rodeados del completo silencio. Erishti-Aya encuentra y enciende una antorcha, Sharruk coge una espada de uno de los cadáveres y Bagrat, acordándose aún de su pesadilla, se acerca al grupo de wardus muertos que se encargaban de abrir y cerrar las puertas de la ciudad por si portan algún brazalete parecido al de Tattannu, pero no llevan nada parecido.

De repente todos oyen un gruñido que les hiela la sangre. Erishti porta la lanza Shamash, eficaz contra criaturas de la noche y se cubre el calzado con unas telas para amortiguar el ruido y pronto los demás hacen lo mismo. Bagrat se adelanta y se asoma por la esquina; ve cruzar una especie de mushkenu andrajoso que se une a otros dos, todos con movimientos torpes, para ir a una plaza donde sale una cuarta figura similar por una ventana que, emitiendo gruñidos desagradables y extraños, comienza a olisquear el aire. Bagrat sabe que los han detectado, por lo que vuelve con el grupo e intenta embadurnarse con sangre de un cadáver, pero es demasiado tarde, aparece el grupo de cuatro mushkenus degenerados y por detrás otros tres. Son como necrófagos o caníbales que han perdido los labios, y los atacan. Hanish, al ser un awilu bajito, pide a su mushkenu que lo lance contra los monstruos y, en el aire, consigue clavar su vara de reprender a uno de ellos en la cuenca del ojo. Sharruk, con la cara descompuesta por el horror, le asesta un espadazo a otro. Bagrat sube a un murete para rodearlos por detrás y ataca a otro de ellos. Mientras, Natia ha derribado un balcón de madera sobre dos de las criaturas y Erishti usa la lanza Shamash que cuando impacta sobre la criatura, emite una luz cegadora y lo volatiliza. Dos de seres abaten al mushkenu de Hanis y lo matan a dentelladas sin que puedan hacer nada, y la lucha acaba con todos los necrófagos muertos.

El grupo no obstante está maltrecho, con mordiscos y arañazos. Deciden embadurnarse entonces con sangre y se ponen ropas de algunos cadáveres. Erishti encuentra en un tienda un frasco de resina con un líquido sanador que identifica rápidamente. Comprueban que todo está tranquilo desde una azotea y deciden descansar. Solo en la guardia de Natia oyen su grito, pero comprueban enseguida que ya se ha deshecho del necrófago que pretendía atacarla, así que duermen un poco más hasta el amanecer.

A media mañana llegan a la biblioteca. Hanish y Sharruk, con lo poco que puede ayudar Erishti (que está aprendiendo a leer), descubren que las criaturas que los atacaron son demonios cambiaformas llamados "gallas". Parece ser que la reina bruja de Nippur, Sammu-Ramat, estaba investigando sobre talismanes protectores contra estos gallas.

Encuentran mucha información sobre ciudades perdidas. Y por fin, sobre el oráculo llamado “el Recaudador”, descubren que habita en Aratta y que todo el que le consulta sobre la Puerta de Ishtar dice que sabe perfectamente lo que ocurre detrás de esa puerta.

Mientras Hanish, Sharruk y Erishti-Aya están ocupados en la biblioteca, los dos cimmerios se han dedicado a llenar las alforjas de oro, aprovechando que están en el barrio rico y todo está abandonado. Así que cuando los tres primeros salen de hacer las pesquisas, deciden hacer otro tanto y se internan en una casa rica a coger objetos de valor, joyas y todas las monedas que van encontrando cuando, de la casa de al lado, oyen un sonido como de un enjambre que cada vez les llega más fuerte. Bagrat se acerca a ver de qué se trata y se encuentra con una figura exactamente igual que él pero formada por miles de insectos, que se le acerca. Bagrat, aunque está aterrorizado, descarga un espadazo de plano que no tiene demasiado efecto, más que algunos bichos muertos que caen al suelo, pero la figura se rehace y vuelve a por él. Erishti-Aya oye el grito de Bagrat y corre en su ayuda, rehaciéndose a lo que ve. Intenta primero deshacer el ente revolviendo la lanza Shamash dentro de él, pero no sirve para nada. Bagrat se interpone para que la figura no ataque a Erishti y esta aprovecha para, esta vez, tirarle la lanza a lo que debería ser el corazón. El ente por primera vez en su vida cobra entidad corpórea y estalla en una explosión de luz.

Va cayendo la tarde y salen rápido de la ciudad. Se dirigen hacia el barco, donde esperan a Dost un día más, pero sin resultado. Al día siguiente deciden que Ishme los lleve cerca de Aratta y que a la vuelta deje en la bifurcación del Idigna a un hombre que espere el regreso de Dost. La gente se empieza a dar cuenta de que no hay peces ni sembrados, las provisiones que tienen son las que quedan y empiezan a estar desesperados.

A partir de Larak, zona maldita, no hay nada más que el río, el desierto y las montañas al fondo. Ishme los deja un poco más adelante y desde allí, mientras cabalgan, ven un riachuelo que baja lleno de sangre humana. Deciden ir a ver el origen de esa sangre y oyen ruido antes de llegar a la meseta, golpes y ruidos como de afilar algo. Sharruk se queda atrás mientras los demás ven un grupo de personas en una piscina de sangre y unas tienduchas por la colina, donde parece que viven. Son como mushkenus pero muy pálidos y todos se han seccionado un brazo y lo están afilando como si fuera una espada de carne y hueso. Hanish, que es erudito, sabe que son los espantosos elamitas.

El grupo de aventureros retrocede lentamente sin ser visto y se dirige a las ruinas de la olvidada ciudad de Aratta. Destaca la cúpula sobre pilares de un edificio casi enterrado, que puede medir unos cien metros de diámetro. Erishti entra la primera y desciende entre la arena y los escombros. Al fondo, en la penumbra, hay un hombre muy mayor entre dos antorchas, con barba rala pero larga, que está sentado en el suelo. Solo viste un deshilachado taparrabos rojo, está famélico y adormecido, pero abre los ojos cuando el grupo se acerca. Es el oráculo. Les dice que toda pregunta tiene una respuesta pero también un precio. Maldito por la diosa Ishtar, por cada pregunta que se le formule, él les dará un acertijo y si fallan, aquel que haya preguntado perderá un brazo. "El Recaudador", así llamado este oráculo, se levanta y entonces pueden ver que tras él hay un agujero en el muro por el que sigue su cuerpo, cual gusano formado por brazos humanos.

Hanish pregunta cómo pueden cruzar la Puerta de Ishtar y el acertijo es el siguiente: “Soy el frío que en invierno calienta, el rocío de la mañana temblando en tu ceja”. Barajan varias respuestas y se quedan con dos posibles, pero aunque el grupo tiene clara una, Hanish se adelanta y dice la que no es. Entonces el oráculo le corta un brazo y este repta solo para introducirse por el agujero y ocupar su lugar en el horrible cuerpo de "el Recaudador". Erishti corre a cauterizarle la herida con una antorcha.

Apesadumbrado, el oráculo da la respuesta a la pregunta: “Hay dos momentos al día en los que la puerta se abre, cuando el dios Shamash, el dios sol, sale y cuando entra para iluminar el mundo, pero no lo hace solo, sino custodiado por guardianes de Sargón".

Después es Bel Ninari quien pregunta qué dios es más proclive a darles su sangre para acabar con Sargón, y este es el acertijo al que se enfrentan: “Sin ojos busco, sin brazos te palpo, algunos me lleváis dentro, sin pies te sigo, al final doy contigo. Ahora somos cientos”, pero tampoco aciertan, así que pierde otro brazo de la misma forma que Hanish. Erishti-Aya, desolada, vuelve a cauterizar la herida. La respuesta que da el oráculo es: “De todos ellos, la que más odia a Sargón es Ishtar

Se atreve entonces a preguntarle al oráculo Bagrat: cuál es la particularidad de esa diosa; y el acertijo que se les propone es: “Voy decidido contra el viento, aunque sepa que no llevo razón, saco la bestia que llevas dentro, un muro que blinda tu discernimiento”. ¡La soberbia! Esa es la respuesta que evita que Bagrat pierda su brazo. La respuesta a su pregunta es: “Ishtar es la diosa del amor y de la guerra, tiene dos cabezas, una despierta y otra dormida. La del amor, es amable pero lisonjera mientras que la de la guerra es despiadada pero sincera".

Natia se envalentona y pregunta dónde está Sargón y cómo acabar con su vida. El acertijo que les da el oráculo es: "Soy el producto de seres voraces, solo al alcance de los capaces, curo las voces de los capataces". La respuesta es la miel y Natia no pierde tampoco su brazo esta vez. La respuesta que da "el Recaudador" es: “Sargón está en Akkad. No ha salido de allí en 1300 años. La única forma de acercarse a él, si sigue vivo, es con la sangre de un dios, y tendréis que matar a varios que viven con él y portan su esencia, sospecho que son cuatro”.

Con toda esa información y la mala sensación que viven por sus compañeros amputados, salen de ese horrible lugar y se dirigen río arriba hasta que ven la enorme puerta de lapislázuli y terracota. ¡La Puerta de Ishtar, al fin! Se quedan cerca, agazapados, hasta que el sol se pone y entonces oyen grandes pisadas. Aparece un resplandor decadente y de una colina frente a la puerta aparecen cuatro seres mitad humanoides mitad alacranes con un odio profundo hacia el ser al que escoltan, que no es sino el dios Shamash, el sol, de unos cinco metros de altura, obeso como una bola gelatinosa, transparente y brillante, que cansado, camina pesadamente.

Dos de los alacranes abren la puerta, el dios entra y vuelven a cerrar tras él, y se quedan los cuatro un rato delante de la puerta hasta que deciden irse por donde han venido.

El grupo al sentirse ya a salvo, empieza a pensar en cómo van a cruzar esa increíble puerta sin ser vistos.


CONTINUARÁ…



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