viernes, 10 de marzo de 2017

Star Wars Hitos: La Semilla de la Insurrección, el rolato (2 de 4)


 
(Puedes leer la primera parte de este rolato aquí)

Capítulo II · La venganza de Keshani

Tras una larga travesía por el hiperespacio, en la que Doort Basha no se separó de su holomarco ni por un instante (ni dejó de mostrárselo a sus compañeros de viaje), por fin la Star Wanderer se materializó en la órbita del inhóspito planeta Nerbuna, azotado por la radiación perpetua de tres soles implacables. Kara realizó un escaneo del planeta, confirmando la información obtenida por Yo Kwai con anterioridad. Un segundo escaneo llevado a cabo por T7 les alertó de la existencia de una luna de tamaño diminuto. Al aproximarse, se percataron de que en realidad se trataba de un enorme asteroide en órbita sincrónica con el planeta, en cuya superficie había sido construida una estación espacial que ocupaba la mitad de su volumen.
Al desembarcar se toparon con un espaciopuerto de tamaño reducido pero poblado por especies muy variadas, de diverso grado de desarrollo tecnológico: los droides avanzados se mezclaban con las carretas de madera, todos ellos transportando cargas de aquí para allá. Sin embargo, nadie reparaba en ellos, y tras titubear durante unos minutos, decidieron introducirse en el más cercano de los tres edificios principales del espaciopuerto: la cantina. Allí, en un ambiente lo bastante familiar para cualquier viajero de la galaxia, conocieron a “Piernas”, el dueño del garito. Se trataba de un sullustano que había perdido sus extremidades inferiores en una batalla y se valía de unas toscas prótesis robóticas para servir a la clientela que se agolpaba alrededor de la barra circular que ocupaba la parte central de la gran habitación en la que consistía su antro. Departieron con el ocupado barman, al que le sonsacaron que el asteroide estaba gobernado por Gormo, una especie de jefe mafioso local, que residía en el edificio de mayor tamaño. Asimismo, averiguaron que Nerbuna era habitualmente objeto de explotaciones mineras, ya que era rico en silicio, pero que debido a la situación actual, esta actividad se encontraba suspendida. Mientras tanto degustaron una fortísima bebida destilada por él mismo y famosa en ciertas partes de la galaxia. “Piernas” la denominaba “vibrotierra”. A pesar de su desagradable aspecto grumoso, su densidad inusitada y su color pardo, tomaron varias copas, pues sabía rico, y adquirieron una caja a buen precio.

Justo en ese momento, Yo Kwai se percató de que una figura les observaba sin demasiado disimulo apoyada en el quicio de la puerta principal. Avisó a sus compañeros mediante su llamativo comunicador y salió del establecimiento echándole una mirada para que le siguiera al callejón oscuro más cercano. Esta maniobra le sirvió además para comprobar lo que sospechaba: se trataba justamente del secuaz de Keshani con el que había realizado la transacción que le había puesto en una gran deuda económica con la “Señora de las Arenas Imperecederas”. Le secundó la imponente figura, de considerable tamaño y aspecto desagradable, pues a pesar de ser humanoide, contaba con numerosos tentáculos que surgían en su espalda, y otros tantos, de menor tamaño, de su boca. Una vez se ubicaron ambos en el callejón solitario y polvoriento, y tras una corta conversación que pudo ser oída por los compañeros de Yo Kwai, que escuchaban agazapados tras la esquina listos para intervenir, el jedi quijotesco disparó por sorpresa al sectario de Keshani, que cayó al suelo inconsciente (Yo Kwai siempre lleva su bláster en modo aturdir). Se le unieron a él sus compañeros, y juntos ataron al desgraciado, de nombre Klun-Hi-Loar (en adelante, “el esbirro”). Tras una negociación tensa con él, y viendo que con amenazas no lograban gran cosa del devoto secuaz, el esbirro fue objeto de diversas adulaciones hacia Keshani, lo cual hizo que revelara que la propia Señora habitaba en el interior del planeta, e incluso se ofreció a guiarlos hasta allí a falta de una mejor alternativa. Doort frustró en ese momento otro arrebato de violencia por parte de Yo, que no acababa de fiarse del ser.

En cuestión de minutos se encontraban todos a bordo de la nave de Kara, que les llevó hasta el centro del planeta tras introducirse por una de las miles de kilométricas grietas que horadan Nerbuna, para lo cual tuvo que hacer pasar a su Star Wanderer por un heroico episodio de resistencia: faltó muy poco para quedar volatilizados por la terrible radiación.

Una vez introdujeron la nave en una especie de nido gigantesco hecho a medias de metal y de material orgánico, y habiendo dejado a T7 a cargo de la misma, acompañaron al esbirro a través de una red laberíntica de túneles excavados en la roca, asegurados con estructuras metálicas y poblados por alienígenas insectoides de diverso grado de entendimiento, probablemente autóctonos muchos de ellos.
Al cabo del tiempo llegaron a un ensanchamiento gigantesco, presidido por una hondonada cubierta por una cúpula hecha de una especie de reja, en parte metálica, en parte orgánica, atestada de esas criaturas, que jaleaban y vitoreaban, muchas de ellas revoloteando, mientras en la inaccesible hondonada aparecía la propia Keshani por uno de los tres túneles de acceso. Su aspecto era imponente: una criatura de unos tres metros de alto, humanoide, de rasgos femeninos, bien formada, incluso atractiva a los ojos de los humanos (y aparentemente también de los rodianos), de tez muy morena y músculos marcados, bien visibles gracias a la escueta túnica verde que lucía… y en la cabeza, una corona de huesos: ¿tal vez fémures, dada su estatura? Mandó callar a la multitud y se dirigió a ella con una voz poderosa y ronca. Anunció una demostración de poder consistente en el ajusticiamiento de quien osaba internarse sin permiso en sus dominios, mientras hacían acto de presencia un grupo de criaturas semejantes a escorpiones, pero de un tamaño enorme: mayores que un tauntaun, pero menores que un bantha.

A continuación fueron lanzados por un tercer túnel los desdichados reos. El primero fue un humano de apariencia atlética, quien, a pesar de estar desarmado, parecía conseguir esquivar los ataques, al menos por el momento. Esto agitó a algunos de nuestros héroes, que intentaron abrirse paso, si bien otros trataron de hacerles esperar. Todo esto cambió cuando una twi’lek de tez azulada fue arrojada a los escorpiones gigantes. Podría decirse que Doort Basha enloqueció al presenciar este hecho, y como consecuencia consiguió abrir un orificio y saltó para rescatar a la indefensa víctima. Por fin todos irrumpieron por la fuerza y Helo, Hagg y Eencro comenzaron a eliminar a los monstruos mediante sus armas, en un alarde de valentía y eficiencia, perseguidos por las criaturas voladoras y cubiertos por la carabina bláster de Yo Kwai, también certera. Kara, sin embargo, se precipitó hacia la propia Keshani, se arrodilló y mediante un discurso propio de una diplomática, consiguió apaciguar a la caudilla y le propuso un trato que cerraron poco después en el cercano salón del trono. Todos exhalaron y bajaron las armas, y entonces se percataron de que Doort se había reencontrado con Birka, su antiguo amor, (cuyo rostro habían reconocido gracias al holomarco de Doort Basha, una de sus más preciadas posesiones). Fue enorme la sorpresa al ver que tras una escueta conversación, Doort no pudo reprimirse y ambos se fundieron en un romántico beso junto a los restos de uno de los escorpiones.
El trato con la magnánima Keshani quedó así: prometía liberar a Birka y a su compañero de tormento (que respondía al nombre de Ardo) si conseguían reinstaurar su “trono” en Tatooine, para lo que debían acabar con el mandatario imperial que la había forzado a abandonar el planeta: el comandante Gherkus. Doort intentó intercambiarse con Birka, pero ni ella misma ni Keshani estaban dispuestas, así que partieron con premura hacia Tatooine.

Una vez allí, averiguaron de forma rápida que Gherkus no abandonaba nunca su residencia, que por añadidura estaba blindada, como pudieron comprobar tras una primera aproximación: numerosos guardias, patrullas constantes e incluso torretas guardaban el extenso palacete de blancos muros cercano al mercado principal de Mos Eisley, donde habían aterrizado. El operario que se encargaba de su repostaje les proporcionó además una información de gran valor: el comandante era un gran aficionado a la extraña bebida conocida como “vibrotierra”. El plan que trazaron nuestros héroes fue el siguiente: Kara se haría pasar por una comerciante de esta bebida (sus padres eran grandes comerciantes de kolto, y ella misma había hecho numerosos tratos comerciales: sabría interpretar este papel) y Doort le acompañaría como su sirviente. Kara intentaría entonces seducirle y concertar un encuentro posterior en otra ubicación menos inexpugnable. Así lo hicieron, llevando solo una botella. Consiguieron audiencia con Gherkus, que resultó ser un humano fornido, de edad bastante avanzada, con barba blanca tupida pero recortada, embutido en un impecable uniforme imperial. Tras una dura negociación llegó el momento del flirteo, y Kara utilizó sus hasta ahora ocultas armas de mujer, de modo que se hizo con la promesa de una cita y de un trato mercantil suculento, que el comandante satisfizo la noche siguiente. Nuestros héroes se habían apostado en la habitación contigua del alojamiento que habían conseguido, tras dudar de si hacerlo dentro de la misma habitación, lo cual habría sido un error terrible, pues los guardaespaldas de Gherkus peinaron la suite antes de hacer el comandante su aparición, visiblemente excitado. Mientras tanto, Yo Kwai permanecía en el exterior, con su moto-speeder preparada para la huida.

Kara interpretó un papel sublime que culminó con el comandante inconsciente sobre la cama tras hacerle inhalar cloroformo durante un masaje preliminar. Acto seguido se precipitaron todos por la ventana hacia la escalera de emergencias exterior, llevando al comandante noqueado, y perseguidos por los guardaespaldas alertados, que dispararon sobre ellos con su mala puntería habitual. Comenzó enseguida una trepidante aunque corta persecución de motos repulsoras que finalizó tras abatir nuestros héroes con sus disparos a sus perseguidores. En sólo unos instantes saltaba la Star Wanderer al hiperespacio con todos ellos a bordo, camino de Nerbuna, donde les esperaban Birka, su compañero y la poderosa Keshani, ansiosa por ver cumplida su venganza…

Continuará...



2 comentarios:

  1. Gracias Jefe por hacerme revivir nuestra aventura fantastica.... ;)

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    1. Gracias a ti por ser parte de ella! Y sobre todo por leer este tochaco! :D

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