Crónica de
ULTIMA FORSAN
ENTREGA PRIMERA · Vi 23/11/18
Dirigida por Eduardo Rodríguez Herrera
Rolato por Antonio Lozano Lubián
Elenco:
- Ricardo de Bacci, Cazador de monstruos. Puro. Italiano. Interpretado por Rodrigo.
- Jean Paul La Roche, Paladín del Sacro Imperio. Puro. Sacro Imperio Romano-Franco. Interpretado por Jesús.
- Flor Escalione alias “La Mariposa”, Odalisca roja. Pura. Granadina. Interpretada por Patricia.
- Bianka Farkas, Noble. Infectada. Húngara. Interpretada por Antonio.
1514.
Los cielos grises de noviembre dan la bienvenida a la Feria de los
Muertos de Lucca. En breve se celebrará el primer Concilio mantenido
por dirigentes de todos los reinos que han sobrevivido a La Plaga. Es
un momento histórico de la máxima relevancia. Las delegaciones de
los diferentes asentamientos que aún resisten los embates de La
Progenie han realizado un largo y difícil viaje para reunirse en la
Fortaleza Augusta, donde les espera con los brazos abiertos el
Podestá de Lucca: Bartolomeo Forteguerra.
Los
mandatarios de la ciudad han hecho coincidir al Concilio con la Feria
de los Muertos, por la que pasea Flor, ojeando la enorme variedad de
armas que los mercaderes venidos de los más recónditos lugares
exiben en sus puestos. Bianka visita a los alquimistas en busca de
extrañas pócimas y ungüentos de efectos curativos. Jean Paul, por
su parte, interviene celosamente la venta de hierbas y brebajes, que
considera obra del mismo demonio. Localiza precisamente a Bianka, y
percibe que la bolsa de dinero de esta está a punto de ser sustraída
por una muchacha. Jean Paul le agarra la mano y se percata de que
Bianka es una infectada. Tras un seco agradecimiento por parte de la
noble húngara, se separan sospechando el uno del otro.
Flor
se advierte que la sigue una figura ataviada con ropas descuidadas,
aparentemente un “cualquiera de la calle”... Justo detrás, de un
callejón, una pequeña muchedumbre irrumpe en la calle huyendo de
una “carcasa” que les persigue. Cosa que deja de hacer en cuanto
localiza a la joven granadina, a la que comienza a acercarse. La
joven no se percata de nada de esto. Ricardo corre al rescate y se
interpone. El muerto alzado se abalanza sobre él y forcejean. Flor
reacciona y decapita al muerto al instante. Ambos se extrañan de que
algo así ocurra en un lugar como este y menos en este preciso
momento.
Se
nos reclama en la Fortaleza, a la que acudimos acompañados de la
guardia. Nos llevan a una sala oscura de altos techos, presidida por
una mesa alargada a la que están sentadas varias personas, entre
ellas nuestros líderes. El Podestá de Lucca nos da la bienvenida y
nos informa de que todos ellos han tenido a bien encomendarnos una
misión de suma importancia: hace 11 días, un monje estudioso de La
Plaga, consejero y amigo personal suyo, de nombre Guernardo Rossi,
partió hacia la Abadía de San Basilio acompañado de dos guardias.
Se encontraba tabajando en unos descubrimientos de fármacos contra
La Plaga. El Concilio no debería comenzar sin él, por lo que hemos
de salir en su busca lo antes posible. La abadía está a día y
medio de viaje. Se nos ofrece una copiosa comida antes de partir.
Flor
anuncia el encuentro con la “carcasa”. Ante la incredulidad de
los presentes, Ricardo lo confirma, y ambos solicitan una
investigación. El Podestá accede y anuncia medidas, sin salir de su
desconcierto.
Jean
Paul toma la palabra para decir que acatará la misión, pero previa
orden directa de su Rey Papa, única persona a la que obedece. Éste
le lanza una mirada de enfado, pero le aporta una información sólo
a él, algo que emulan todos nuestros líderes con cada uno de
nosotros.
Pasamos
al salón donde nos han preparado un ágape. Bianka aparta comida y
bebida para ella en una zona apartada de la gran mesa, para evitar el
contagio por el Atramento que su cuerpo contiene. Jean Paul se aleja
aún más de ella con su comida. Ricardo rompe el hielo con una larga
perorata intentando entablar contacto con todos los demás
integrantes del insólito grupo. Bianka replica ásperamente: “bueno,
pues ya sabemos quién es el charlatán del grupo... espero que fuera
de la ciudad sepas mantener la boca cerrada”. Ricardo encaja bien
el golpe y responde que cuando salgamos al Yermo no tendrá que
preocuparse: “sé bien lo que hago”. Aunque sospechamos que el
incidente de “la carcasa” pueda ser un atentado, decidimos
cumplir nuestra misión de forma prioritaria, para lo que nos
pertrechamos. Nos hacemos con viales de cauterio y “últimas
esperanzas” quienes no las portábamos aún, junto a bolsas de
salamandra, a instancias de Ricardo.
Flor
busca a su hermana, que no aparece, y le pide a Soraya que investigue
el asunto del ataque de “la carcasa”. La Sultana accede y
confiesa que duda de la seguridad en Lucca.
Jean
Paul comienza sus rezos en un lugar apartado y solitario.
A
la caida de la tarde, la comitiva abandona Lucca a caballo. Jean Paul
monta su caballo de guerra, imponente. El desapacible viento nos da
la bienvenida al Yermo, inhóspito como siempre. Nos dirigimos hacia
Módena, al Noroeste. Deberíamos llegar mañana por la noche.
Ricardo cambia por completo su cháchara insistente y se transforma
en el epítome del sigilo. Atravesamos los caminos de los Alpes en
silencio, tan sólo el viento atravesando la vegetación parduzca que
brota sobre el terreno cárstico. La roca blancuzca, cuasi marmórea,
nos rodea.
Tras
retornar a una zona boscosa no muy cerrada, percibimos quejidos y
gruñidos. Ricardo llega a distinguir un llanto de crío. Flora y
Bianka descienden de sus caballos y se acercan a pie. Ricardo en
cambio trepa a un árbol para desplazarse por las ramas y Jean Paul
se acerca raudo a caballo, y llega hasta una carreta cuyo caballo
alterado y su conductor, que porta una azada, intentan mantener a
raya a un grupo de muertos alzados. El llanto proviene de debajo de
la lona que tapa la carreta.
Jean
Paul acude al rescate, entreteniendo a dos de las carcasas. Flora
forcejea con otras dos, Bianka aturde a uno mediante una estocada de
su espada larga, y Ricardo carga sus pistolas desde el árbol más
cercano. La progenie ataca a los refuerzos del carretero, dos por
cada héroe. El baile dulce de las espadas gemelas de Flor resulta en
la decapitación de un alzado. Jean Paul secciona con su mandoble la
cabeza de otro muerto viviente a la altura de la nariz, desparramando
sus sesos y muelas por el aire, al grito de “¡por Cristo, nuestro
Señor!”. Bianka rebana ambas piernas de otra carcasa a la altura
de las corvas, ejecutándola tras caer su víctima al suelo, que
comienza a inundarse de sangre espesa y negra, ya podrida. Ricardo
yerra un disparo. Jean Paul parte a otro muerto por la mitad, de
arriba hacia abajo, resultando en una lluvia de costillas
ensangrentadas. Flor cruza ambas espadas sobre el torso de otro
infeliz, cuyas tripas se desparraman por el suelo mientras su espina
dorsal se quiebra y se acaba seccionando por la mitad; la heroína
empoderada, su falda al viento. La última carcasa en pie atosiga a
Bianka, que la mantiene a distancia con su espada clavada en el
cuello putrefacto, hasta que Flor atraviesa la frente de la muerta
con único golpe certero, paralizándole en el acto.
El
hombre, de pelo oscuro, dice que se llama Alessandro Risso, y añade
que es un campesino que se dirige a la Feria de los Muertos con su
mujer y sus hijas. Bianka se acerca a la carreta, levanta la lona,
bajo la que se encuentran una mujer también morena y, algo
separadas, dos niñas rubiáceas, de 5 y 9 años aproximadamente... y
“¡BÚ!”, les asusta con su particular sentido del humor húngaro
e infectado. Jean Paul y los otros se lo recriminan. Ella les anuncia
que ya pueden salir, y se aleja de ellas. Flor se acerca al carro y
percibe cómo la muchacha de 9 años le pide “socorro” sin dejar
que su voz se oiga. A continuación el carretero restablece la
marcha, pero en sentido contrario a Lucca. Flor le da el alto, pero
el hombre no reduce la velocidad, así que corre y se engancha a la
carreta. Bianka lanza su daga al campesino, pero falla. Ricardo
dispara y su bala impacta en el hombre, que cae del carro emitiendo
un sonoro grito lastimero. Flor consigue parar la carreta. Jean Paul
atenaza al campesino, que protesta. Flor amenaza a la mujer y pide
explicaciones. La niña revela que no son sus padres, que les han
hecho daño a sus verdaderos padres. Entonces la mujer intenta huir,
pero Flor le secciona grácilmente el tendón de aquiles haciéndola
caer (y por ende infectándola de Atramento) y la interroga. La
campesina, pálida de terror, confiesa que “mataron” a los padres
de las niñas. Jean Paul ajusticia a la mujer mediante una estocada
segura en el pecho. El campesino grita desde el suelo: “¡dejadme
ir!”; la respuesta de Bianka es atravesarle el pecho con la espada
mientras dice en voz baja “ve en paz”.
Decidimos
llevarnos a las niñas, protegiéndoles las extremidades
envolviéndoselas en lona. Entonces Ricardo se percata de que la
pequeña tiene una mordedura, y está temblando de fiebre. Al darse
cuenta de la situación, Bianka pasa su brazo sobre los hombros de la
hermana mayor y la aleja, pidiéndole un relato detallado para
distraerla de lo que sabe que va a ocurrir a continuación. Tras solo
un instante, a tan solo unos metros, Jean Paul le corta el cuello a
la pequeña. Bianka impide que su hermana se de la vuelta e intenta
confortarla mirándola a los ojos. Flor se hace carga de la niña,
que por fin revela su nombre: Fiorella. Se adelantan en el caballo
mientras quemamos los cadáveres y el infame carromato.
Tras
cabalgar un largo trecho, pensamos en acampar. Para ello, Ricardo
localiza una zona llana y elevada. Acampamos bajo la intensa lluvia.
No hacemos fuego para no atraer a más muertos alzados. Ricardo
relata cómo perdió a toda su familia tras su primera cacería, y
cómo los encontró, ya muertos, y ya alzados, en la segunda. Él
mismo tuvo que acabar con ellos. Nuestras lágrimas se mezclan con la
copiosa lluvia: “demasiada tristeza trae esta Plaga...”. Jean
Paul entona una plegaria.
Por
la mañana, temprano, transitamos por un frondoso valle, ahora
enfangado. Flor narra cómo perdió a tres hermanos por causa de La
Plaga. Tras el penoso relato, alecciona a Fiorella: “no te ancles
en el miedo, encauza tu rabia”. La niña le aprieta la mano
mientras solloza. Al poco rato Fiorella avisa de que se divisan los
restos de un campamento, rodeado de buitres. “¿Están allí?”,
hay mezcla de temor y esperanza en su voz.
Bianka
se adelanta y ahuyenta a las funestas aves, y reconociendo a los que
bien podrían ser sus padres, grita: “¡no son ellos!”, pero
Fiorella sabe que miente y rompe a llorar, derrumbada. Solo oimos su
llanto y la lluvia, que retorna implacable.
Comienza
a anochecer. Ricardo localiza la abadía en la distancia: emite una
luz tenue desde la colina alta sobre la que se haya. El camino hasta
su alta muralla de piedra (de 3 metros aproximadamente) es escarpado.
Ricardo ya ha hollado el suelo de este refugio, por lo que Bianka le
pregunta si cree que la dejarán entrar. Jean Paul se lo garantiza
personalmente.
Se
abre la portezuela enmarcada en la enorme puerta de madera, y el
rostro ajado de un monje viejo y somnoliento indaga sobre los
visitantes. Jean Paul anuncia: “¡Paladín del Sacro Imperio!”.
Abre inmediatamente, y nos hace pasar. Se presenta como el Padre
Aurelio. Preguntamos por Guernardo Rossi, tras lo que parte,
cojeando, a avisar al abad. Le acompañamos por el patio, donde hay
un pozo, hasta el claustro. Notamos cómo los monjes nos observan
desde la distancia, semiescondidos. El Padre Francisco, un abad de
barba blanca, nos da el encuentro. Tras unas breves presentaciones,
manda al Padre Ángelo (el más joven) a por comida y paños para
secarnos.
El
abad confirma que Guernardo Rossi estuvo aquí hace 4 días. Mantuvo
largas conversaciones con el Padre Fabio. Pero luego hizo su
aparición en la abadía Philippo Terni, un propietario de tierras,
que buscaba ayuda para su hija. Guernardo se ofreció y partió hace
4 días, si bien las propiedades de Philippo se hayan a tan sólo un
día de distancia.
Nos
ofrecen alojamiento y víveres para una noche. Tras insistir varias
veces, Bianka logra convencer al abad para que les permita visitar al
Padre Fabio en su laboratorio, cosa a lo que era bastante reacio en
principio. El joven Padre Ángelo decide acompañar a Bianka y
Ricardo. Jean Paul prefiere investigar por su cuenta la abadía. Flor
acuesta a Fiorella y se queda con ella un rato, hasta que cae dormida
acurrucada. Consiguen una promesa de los monjes de que cuidarán de
ella y se reintegran al grupo que va a buscar al Padre Fabio.
Atravesamos
la abadía en la penumbra de la noche. Entramos en los sótanos,
provistos de antorchas, y alcanzamos las catacumbas. Al final del
pasillo, provisto de arcadas laterales, encontramos una puerta a la
derecha. Tras llamar a la puerta, el Padre Fabio asoma la cabeza sin
abrir la puerta del todo, la capucha puesta. Ricardo hace las
presentaciones. El Padre Fabio se queda mirando atónito a Bianka.
Confirma que Guernardo Rossi estuvo allí y que comentaron las
investigaciones de ambos en profundidad. Añade que a pesar de que es
un buen hombre, está equivocado y que la solución que pretende para
La Plaga es poco más que el delirio de un simple herborista. De
hecho, se pregunta, “¿acaso es necesario una cura?” y se
descubre la cabeza: ¡se trata de un infectado!
El
Padre Ángelo responde: “¡tu solución es la muerte!”. El padre
Fabio le manda callar, a lo que responde el joven: “¿dónde está
el Padre Elías?. El Padre Fabio replica que el Padre Elías estaba
enfermo, que hubo que tomar medidas. El Padre Ángelo no lo soporta
más, y de un empujón, abre la puerta e irrumpe en el laboratorio.
Aprovechamos y le seguimos al interior. La estancia, de unos 5 metros
por 13 metros, está bien iluminada con abundantes candiles, velas y
antorchas. Circundada por varias puertas cerradas, en las paredes hay
colgados instrumentos de todo tipo, mucho de él quirúrgico, y sobre
una camilla, un cadáver tapado con una sábana manchada de sangre
seca.
El
Padre Fabio protesta enérgicamente mientras también accede el abad
al interior. El Padre Ángelo grita “¡Padre Elías!” a la vez
que descubre el cuerpo que yace sobre la camilla, pero se trata de
una “carcasa”, no del Padre Elías. El cráneo del muerto está
destapado, los sesos seccionados. Horrorizado, el Padre Ángelo
continúa llamando a voz en grito al Padre Elías, que le responde
tras una de las puertas cerradas: “¡¿quién es?!”. El Padre
Ángelo abre la puerta, de la que surge a gran velocidad una amalgama
de cuerpos en diferentes estados de descomposición, todos
aglutinados en un mismo torso horrendo y blasfemo, rezumando
Atramento. De entre las múltiples cabezas que coronan a este
monstruo abyecto, destaca la del Padre Elías, que con mirada
suplicante es incapaz de controlar a los cuerpos del Hecatónquiro
del que ahora forma parte. Desmembran al Padre Ángelo en tan solo un
par de segundos. Queda hecho una piltrafa sanguinolenta a sus pies.
Ricardo
carga sus pistolas. El Hecatónquiro agarra del brazo izquierdo a
Bianka para arrancárselo, pero esta se zafa. Flor le asesta un
tremendo golpe con una de sus espadas, pero no parece herirle. Bianka
comienza a agitarse y a proferir gritos salvajes mientras se abalanza
golpeándola insistentemente (ha entrado en modo “berserk”), pero
tampoco hace mella en el monstruo. Jean Paul logra impactar también,
pero su ataque es de nuevo infructuoso. Flor logra cortarle algunos
brazos. Ricardo dispara sus dos pistolas a la vez sobre el horrible
ser. Bianka alcanza a acertarle otra lluvia de golpes, sacando un ojo
a la cabeza del Padre Elías, y haciendo gritar a las otras cabezas.
Jean Paul realiza un golpe poderoso con su mandoble, que secciona a
dos de las cabezas que acaban de aullar, las cuales ruedan y van a
parar a los pies del Padre Fabio, manchándolo con una sangre
negruzca. El Hecatónquiro intenta destrozar a Flor, que lo esquiva
grácilmente. Bianka atosiga al monstruo pero no consigue dañarle.
Ricardo salta entre ellas y asesta un hachazo poderosísimo al núcleo
del monstruo, reventándolo como un enorme forúnculo. Bianka
continúa en este estado de agitación peligrosa, hasta que Flor
consigue calmarla.
Jean
Paul inquiere al Padre Fabio sobre la “enfermedad” del Padre
Elías, que defiende su “obra”: “estaba enfermo y...
experimenté...”. Entonces comenzamos a notar ruidos provenientes
de las otras puertas. Bianka, recuperada, le pregunta al investigador
loco cómo lo hizo, que responde escuetamente: “con el Atramento”,
mientras coge un cuchillo de la camilla y nos manda irnos. A la vez,
Jean Paul abre otra puerta, de la que sale corriendo una “furia”.
El paladín la recibe con un espazado, que la empala y la levanta.
Sin perder ni un instante, se dirige hacia otra puerta. Flor intenta
pararle los pies, junto con Ricardo. Se interponen, pero Jean Paul
los hace a un lado arguyendo que aunque tenga una misión, primero
están sus votos. No logramos convencerle, ni mediante el golpe sordo
que Flor le propina en el casco. Jean Paul abre otra puerta, de la
que surgen 4 carcasas. Ricardo y Flor se dirigen hacia la puerta para
abandonar la habitación. Jean Paul logra aturdir a una al atravesar
las costillas de dos de ellas, ensartándolas a la vez. Otra se le
engancha al brazo izquierdo pero logra desembarazarse de ella antes
de consiga herirle. Bianka se lanza al rescate del paladín. Ricardo
se da la vuelta en la puerta, justo antes de salir, y carga las
pistolas. Bianka forcejea con un par de carcasas. Jean Paul destroza
a una de ellas. La otra agarra a Bianka del brazo izquierdo, pero la
noble húngara la lanza contra la pared, manchándola de sangre y
pus. Ricardo apunta a la cabeza de una, aprieta el gatillo... y la
cabeza de la carcasa explota, salpicando de sangre pegajosa el casco
de Jean Paul, que está justo al lado.
Bianka
logra empujar a las dos carcasas que quedan en pie otra vez dentro de
la habitación de la que salieron. Jean Paul y el Padre Fabio cierra
la puerta. Jean Paul calma a Bianka y le agradece “su humanidad”,
aunque le advierte que es la “primera y última vez que va a dejar
pasar la oportunidad de acabar con La Progenie”.
El
Padre Fabio confirma que Guernardo Rossi partió en ayuda de Philippo
Terni. Jean Paul le avisa de que cuando retornemos todos sus
experimentos deben estar muertos. Pasamos la noche en la abadía. La
niña está bien. Nos despedimos con la promesa de volver a por ella.
Flor deja claras las advertencias e incluso amenazas a este respecto.
Le da los ahorros que portaban sus captores y le manda esconderlos.
Le dice que si no vuelve, no se quede allí, que no pase su vida
rodeada de hombres; que debe luchar. Fiorella le pregunta si volverá
y la llevará con ella. Flor asiente. Cuando se marchan, Bianka le
pregunta si se ha encariñado con la niña, y añade que “con las 5
primeras te encariñas, pero que tras pasar por lo mismo 50 veces, se
te endurece el corazón”.
Salimos
hacia la granja de Philippo Terni. Ricardo se orienta bien. La
granja, cercana a Módena, está fortificada con una muralla de
piedra de 2 metros de alto. No muy robusta, pero se percibe que el
propietario es una persona acaudalada. Llegamos al atardecer. Notamos
que una hoja de la puerta de la muralla está entreabierta. Atamos
los caballos y nos asomamos. La casa tiene dos plantas. Hay un pozo,
unos establos a un lado y al otro una plantación de árboles
frutales. La casa está a unos 100 metros de la entrada. No hay luz,
ni humo.
Nos
acercamos a la vivienda con sigilo. Oímos a unas vacas que pastan
junto a los establos. Jean Paul divisa algo en el suelo entre los
frutales. Ricardo percibe un sonido rítmico y sordo, como de golpes
tenues contra la madera. Se acerca al bulto que hay junto a los
árboles: es un perro destrozado, o lo que queda de él. Rodeamos la
casa. A través de las ventanas vemos un salón desordenado.
Localizamos la puerta trasera. Parece que el sonido proviene de la
delantera. Ricardo imita los golpes en la puerta. El ruido cesa.
Abrimos la puerta de una patada. Entramos en lo que parece un
almacén. Se escuchan pasos arrastrados en el piso de arriba. Una
figura femenina cruza lentamente al fondo con paso desgarbado. Es de
mediana edad y va vestida con ropas de granjera. Se vuelve y se lanza
contra nosotros. Jean Paul la parte por la mitad de un mandoble en
semicírculo.
Subimos
las escaleras, de madera, anchas, que crujen a nuestro paso. Nos
topamos con una mujer, un hombre y un chaval alzados, con ropa cara,
que nos atacan de inmediato. Jean Paul decapita al muchacho y la
cabeza rueda por las escaleras, dejando un reguero de sangre roja. La
otra mujer muerta no acierta a alcanzar a Jean Paul. El hombre ataca
a Bianka, que lo mantiene a raya empujándole la cara. Ricardo
enarbola su hacha, pero falla. Bianka consigue apartar al muerto de
un empujón y la destripa de un tajo de abajo a arriba con su hoja.
Flor acaba con la mujer que resta, mediante un tajo doble en los
hombros, llevado a cabo con ambas espadas.
Aún
jadeando, distinguimos golpes desde el techo. Pero entonces aparece
una criatura pequeña corriendo entre las puertas del fondo del
pasillo. Se le unen dos guardias. En total son 3 furias. Ricardo
dispara a la cabeza de un guardia, reventándola. Flor ensarta a
otro, clavándolo en la pared, y posteriormente saca su espada
apoyando su pierna en el cadáver. Jean Paul propina un formidable
espadazo a la niña, que vuela 2 metros, hasta los pies de Ricardo,
mientras profiere un horrible grito. Se revuelve en el suelo y ataca
a Ricardo, que la esquiva. Bianka la aturde con un tajo. Ricardo se
dispone a ejecutarla de un tiro en la cabeza pero le puede la presión
y yerra el disparo. Jean Paul, inmisericorde, la clava contra el
techo de un espadazo, para luego dejarla caer sobre el ensangrentado
suelo de madera.
Una
trampilla se abre en el techo, y baja una escalera. Es Guernardo
Rossi y dos mayordomos, que agradece que le salvemos. Es un monje de
barba grisácea y pelo ralo, sin capucha, despeinado. Delagado y
bajo. Ricardo le pregunta por el Padre Fabio. Responde que, aunque
ambos investigan para lograr el antídoto a La Plaga (La Triaca),
ambos siguen caminos muy diferentes. Añade que es una pena que no
pudiera salvar a la niña de Philippo Terni. Aclara que llevan dos
días allí.
Buscamos
comida y caballos. Quemamos los cadáveres. Alimentamos a los
caballos y pasamos la noche allí. Salimos por la mañana al alba.
Los mayordomos se quedan en la granja. Llegamos a la abadía al
anochecer. La niña se encuentra bien. Pasamos allí la noche. Jean
Paul pregunta a Guernardo Rossi si deberíamos acabar con las
criaturas del sótano. El monje responde que, aunque no la
comprendamos, debemos respetar la investigación del Padre Fabio.
Ricardo le pregunta por su investigación. Responde que se basa en
plantas.
Pasamos
la noche. Salimos con los maitines. Al acercarnos por fin a nuestro
destino, desde una de las últimas colinas, antes de llegar a la
ciudad, ya divisando Lucca, la costa e incluso Pisa, avistamos una
columna enorme de muertos vivientes que, organizados en huestes,
avanzan lentamente hacia Lucca desde Pisa. Carcasas, furias, grandes
jaulas empujadas por La Progenie... marchan con una organización
marcial inteligente y con ritmo firme hacia la misma ciudad a la que
nos dirigimos nosotros...
CONTINUARÁ...
Bestial!!!!! Me encanta, Antonio. Has plasmado la sesión de cabo a rabo. La descripción de los combates es brutal. Enhorabuena por el tabajo.
ResponderEliminarMuchas gracias!!! La sesión lo merecía: fue impecable!!! ;)
EliminarRolato de cien, me ha encantado!!
ResponderEliminarMuchas gracias por leerlo, Phil!!! :D Así estás un poco allí también ;)
EliminarDoblemente gracias entonces porque no dudo que este rolato es lo mejor de lo mejor para preparar mi entrada en la campaña para la próxima sesión. :-D
EliminarGuapísimo Antonio, he revivido la sesión! Gracias tío!
ResponderEliminarOle! Me alegro tanto! ;) Un placer, tronco! :D
EliminarBRAVISSIMI!
ResponderEliminarMuchas gracias!!
EliminarGrazie mille! Sono contento che tu l'abbia letto! Un saluto ;)
EliminarEsta y las siguientes entradas de la crónica de Luca fueron las que me animaron a dirigir UF para mis amigos (después de un buen tiempo sin dirigir nada). Voy a compartirla en MeWe con el nick ParvusDomus
ResponderEliminarPerfecto, muchas gracias y mucha suerte con el sorteo. Apuntado quedas ;-)
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