Hoy vamos con el primer rolato que ha producido nuestra campaña de Las Máscaras de Nyarlathotep, por lo que la presente entrada CONTIENE SPOILERS. Se trata del resumen de +Phil L. de la segunda sesión de la campaña (correspondiente al tramo central-final del capítulo primero, Nueva York). Está escrito en primera persona, siendo el protagonista el investigador conocido como "Bugsy Coppola", alter ego precisamente de +Phil L.
Bugsy es lo que se llama en los bajos fondos un “torpedo”. Trabaja en la oficina de investigación privada LaSalle para Mike LaSalle +Antonio Lozano, compartiendo despacho con la excéntrica sobrina de este, Hermione LaSalle ( +Jesús Duréndez Rubio), y su altiva secretaria, Ofelia Lexington (+Pablo DE ROCKA). Bugsy es el duro del grupo y habla poco, pero eso sí: piensa mucho. Además, actúa cuando debe. En esta ocasión extraemos de su diario sus pensamientos para revivir la inolvidable segunda sesión de Las Máscaras que hemos jugado en La Tapadera.
Allá va:
¡Ra-ta-tá-ta-ta-tá-ta-ta-tá-tá-ta-ta-tá- ta-ta-tá-ta-tá-ta-ta-tá ¡Ra-ta-tá!
¡Pezzo di merda di morti vivi!
Y la Tommy gun por fin escupió plomo y fuego.
EL ROLATO
Del diario de Bugsy Coppola
Era sábado día 18 de este frío mes de enero 1925, Nueva York. Estábamos todos en el espléndido Pabellón Naranja de Central Park, invitados a una fiesta de beneficencia para los veteranos de la Gran Guerra. Nuestra clienta, la señorita Catherine Tilstrom (+Patricia Gómez), nos había conseguido unas entradas gracias a un abogado, Bradley Grey, un contacto suyo. Nuestro objetivo era hablar con Erica Carlyle, la sproporzionato heredera de la fortuna Carlyle.
Me aburría un poco entre tanta gente estirada, la verdad. Moviéndome a menudo y pendiente de lo que podría ocurrir, sacaba discretamente mi petaca y cargaba más y más de whisky mi copa de empalagoso ponche. Me sentía desubicado en mi estrecho frac alquilado, exactamente como le sucedía a la irreconocible Hermione, recién maqueada para la ocasión.
Recordé entonces el trabajo de la mañana, cuando fuimos al puerto, a aquella nave de Importaciones Emerson. Aquello salió bien.¡Lavoro rotondo! Como en sábado no trabaja nadie por las inmediaciones, forcé fácilmente la puerta. Una vez dentro, observamos que allí normalmente vive o al menos pasa el tiempo un niño... ¿Será importante? Y descubrimos en medio de tanto desorden que, asociado al nombre de Jackson Elías, estaba la tienda de Silas N´Kwane, una tal “Casa del Ju-Ju” en el numero 1 de Ramson Court, en la siempre agitada Harlem.¡A arrapare, que se me olvidaba! Comprobamos también que este Silas estaba relacionado con ciertas importaciones keniatas procedentes de Mombasa y con un tal Ahja Singh, un tipo que suena a hindú de Bengala…
Volviendo a la realidad de la fiesta, me percaté entonces de algo singular: El Sr. Talbot, nuestro peculiar cliente Bradley Talbot (+Eduardo R H), se acababa de encontrar con un aún más extravagante tipo, un tal Adrian Vrudeli, un húngaro (o rumano), al parecer pianista y compositor de talento, vestido como me imagino que pasea por aquellos andurriales un príncipe del ejército cosaco de Rusia del siglo pasado, o así. De hecho, cuando se fue de la fiesta (¡en compañía de Bradley!) le vistieron con un espeso abrigo de pieles, un sombrero... en fin, único en su genero, y un bastón con pomo de grifo ornamentado con rubíes que representaban los ojos de la metálica bestia. Como digo, ese individuo de gestos exagerados, que me hizo reír bastante, al rato de charlar con el Sr. Talbot se fue con él a su hotel a tocar el piano... y a saber qué cosas más. ¡Lo sabía! Desde el principio me olí el asunto con el Sr. Talbot, pero en fin, ¿qué me importa a mí si son unos culattoni, unos finocchi
Fiesta en el Pabellón Naranja de Central Park |
Algunos del grupo temieron por la seguridad de Bradley, pero al día siguiente reapareció feliz, satisfecho y con una información interesante. Según parece, el tal Adrian Vruledi, que ha estado interesado en los avances del psicoanálisis en Viena, sabe con certeza que los archivos del desaparecido doctor Robert Huston han sido trasladados al colegio de médico de Nueva York, donde reposan bajo llave. Je... ¡llaves a mí!.
Mientras tanto, por fin llegó la tan esperada Erica Carlyle, espléndidamente vestida a la moda. Estaba acompañada por un tipo duro, su ¿guardaespaldas? Joe Carey, me parece que se llama. El gorila estaba armado con una enorme .45, saltaba a la vista.
Después de un tiempo que se me antojó eterno, cuando la señorita Catherine Tilstrom consiguió encontrar por fin un hueco, pudimos hablar con la Srta. Carlyle. Bueno, lo cierto es que yo no me acerqué, pero en un minuto, y encontrando las palabras adecuadas, la Srta. Tilstrom consiguió de Erica Carlyle una cita. Esta llamó a su secretaria, que andaba por allí (no tenía mal culo), y nos convocó en la mansión Carlyle, en Westchester, para el día siguiente a las 10 AM.
Bugsy Coppola bebiendo su ponche "mejorado" en la fiesta del Pabellón Naranja |
Llegaron a la fiesta más famosos, como un escritor (un tal Francis Scott Fitzgerald), perfecto desconocido para mí, y por último hizo su "estelar" aparición el alcalde de Nueva York. En ese momento el tufo de la gente guapa de la ciudad ya se me estaba haciendo insoportable. Menos mal que siempre llevo conmigo la petaca...
Entonces... ¡Accidenti! Mientras me ocultaba discretamente detrás de una columna, vi avanzar por el Pabellón Naranja al teniente de la policía Martín Poole. Me puse casi nervioso, casi, y encendí un cigarrillo. Mike fue directamente hacia él. El teniente Poole no me tiene mucho cariño, pero Mike le ha ayudado más de una vez, y Poole le debe varias. Gracias a eso Mike, después de negociar un intercambio de información, se pudo enterar de que hace más de dos años que una ola de asesinatos rituales sacude Nueva York. Unos negros inidentificados podrían ser los asesinos de hasta nueve personas. No hay pistas claras salvo la runa que siempre marcan en la frente de sus víctimas, y nadie en Harlem quiere hablar acerca de ellos. A cambio, Mike tuvo que revelar a Poole que había oído "algo" sobre el asesinato de la habitación 410 del hotel Chelsea, a lo que el teniente respondió que sabía que los negros eran tres, faltando uno de ellos y una alfombra... Antes de despedirse, no sin socarronería, le dio un consejo a Mike... ¿O fue una amenaza? "¡Cuidado en lo que hacéis, estáis en grave peligro!". No sé por qué, pero no me gustó un pelo la frasecita del policarpio.
Por entonces estaba aburrido y se empezaba a hacer tarde, así que busqué la clase de chica que se encuentra en todas las fiestas y que le viene bien a un tipo duro como yo para pasar la noche. Me topé con una niña bien a la que noté que le gustaba, pero creo que le entré demasiado rápido y sin mirar alrededor. Alguien cerca de ella se ofuscó y la nena no tuvo más remedio que hacer lo mismo. La verdad es que en un momento se monto un escandalito de cogglione. ¡Boh, beh, arrapare! Me alejé sin inmutarme demasiado y por fin salí del edificio. Quise encenderme otro pitillo, pero el paquete ya estaba vacío. Lo tiré con rabia en el impoluto césped nevado frente al Pabellón Naranja mientras el frío me envolvía de repente. Me había fallado el plan para pasar una buena noche de forma distinta, de modo que finalmente me recogí en el apartamento en el que vive mi actual querida. Beh... tampoco va a durar mucho mi tiempo de gorrón con ella porque, como tantas otras, se está empezando a hartar ya de mí.
Al día siguiente, el domingo, nos fuimos a la residencia de los Carlyle. La mansión, como ya he dicho, está situada en Westchester, a unos 30 kilómetros de Nueva York. Desde aquellas alturas se ve a lo lejos el penal de Sing Sing... Y bueno: nada más llegar a la mansión noté enseguida que allí la seguridad está organizada de una manera exagerada. Es como un Sing Sing para megarricos.
Me quedé en los coches, ya que con el escándalo de ayer no me iban a recibir con todos los honores. ¡Beh non me ne fotte un cazzo! Más tarde me contaron los compañeros lo que había pasado dentro, lo de que que Erica no había tardado en contarlo todo. El niñato de su hermano Roger Carlyle al parecer estaba como una cuba todo el día. Se hizo amigo de una negra, una "poetisa" que se llamaba M´Weru. Roger se montaba orgías y más cosas al estilo pijo con pasta. Luego llegaron los sueños y el nene se tranquilizó un poco. Algo o alguien le llamaba y le pedía "hacer algo". En esos días Erica insistió mucho para que su hermano viese al doctor Huston, al que la propia Erica visitaba. Poco después se despertó en Roger una nueva idea: la de ir a El Cairo. Nunca explicó para qué demonios quería marchar allá, pero Erica lo consintió y financió todo en la esperanza de que la empresa se convirtiese en un objetivo positivo para su hermano. La expedición aquella ya sabemos todos cómo terminó...
Una auténtica belleza esta Erica Carlyle |
Durante la conversación, Mike y los demás se percataron de que la familia Carlyle tenía en su poder los libros que leía Roger. Entonces, gracias a una extraordinaria maniobra de persuasión de la Srta. Catherine Tilstrom, Erica accedió a dejarnos los libros, que reposaban en su fabulosa biblioteca en una caja fuerte oculta. Esos libros obran ya en nuestro poder, y son:
- El libro de Eibon (francés).
- El pueblo del monolito (inglés).
- La vida como un Dios (inglés).
- Los Manuscritos Pnakóticos (inglés).
¡Porca puttana, seguro que es este conjunto de libros el que buscaban unos negros chiflados armados solamente con machetes que se atrevieron a asaltar la residencia Carlyle hace unos meses! Sí, eso fue lo que pasó. Nos lo contó antes de irnos el guardaespaldas de la Srta. Carlyle, un tal Joe Corey. Duro, por cierto, y armado con una .45. Me cayó bien, aunque solo lo vi unos breves instantes.
Cuando volvimos a Nueva York era ya de noche. Fuimos directamente al Colegio de Médicos a por los archivos de Huston. Teníamos dos planes para entrar allí, en donde dos guardias de seguridad vigilaban el edificio. El plan más charlatán funcionó primero... y de maravilla. Las chicas del grupo se hicieron pasar por médicos, y pretextando unas urgencias sanitarias para hacer frente a nosequé epidemia, los guardias les dejaron llegar hasta los archivos, donde tomaron rápidamente buenas notas.
Lo que se pudo sacar de allí no fue demasiado, sin embargo: que Huston cuanto más veía a Roger Carlyle menos escribía sobre él, y que el segundo chantajeó al primero con algo para lograr que le acompañara a su viaje a El Cairo. ¿Qué sería aquello? Por otro lado, el ser que a través de los sueños le hablaba a Roger Carlyle le llamaba por su segundo nombre, que es Vane. Curioso... En otro sueño se describía a un hombre alto, teniendo sobre la frente un ankh ardiente y puesto de revés. ¡Puttana disadattato, qué locuras! Después me pierdo... Los compañeros hablan de un extraño sueño demente con monstruos en círculo alrededor de una bola amarilla, un triángulo y la pirámide de Dahshur por allí al fondo. Ah, y el ente ese, que termina por decir: “Vane, sé un Dios conmigo”. Tonterías, vamos. Yo no entiendo nada de eso y no lo puedo explicar bien. Una última nota de los archivos ponía de relieve que Roger Carlyle llamaba a la poetisa "M´Weru", "Anastasia" y nosequé más, y que se refería a ella como "una sacerdotisa". ¡Gesù, santa vergine! El exceso de dinero le deja a uno el cerebro hecho una pura mierda.
Esta misma noche Mike impuso una idea que le venía rondando por la cabeza y, con la aprobación de todos, nos hemos organizado para dormir cerca unos de otros. La situación es de extremo riesgo, eso está claro, y lo mejor es no dividirnos en adelante. Para ello encontramos habitaciones libres en el mismo hotel América en el que se hospedan nuestros clientes, la Stra. Tilstrom y el Sr. Talbot. Más vale prevenir que curar...
Por fin llegó el lunes. Este día teníamos previsto ir a la tienda del tal Silas N'Kwame, la "Casa del Ju-Ju". Joder qué nombre tan de negros. Solamente la Srta. Tilstrom y Hermione se quedaron en el hotel para poder leer los libros de Roger Carlyle. También hay que decir que Harlem no es sitio para damas blancas, aunque Ofelia sí que se apuntó. A veces no sé de qué va...
Aparcamos en la 137. En ese momento hacía un frío de cojones: la nieve estaba en todas partes, y aún así asomaban la cabeza algunos negros que nos miraban con curiosidad. Nos acercamos al 1 de Ramson Court, un callejón con patio interior de lo peorcito de Harlem, donde yo huelo el peligro a distancia. De hecho, por pura intuición me llevé la Thompson en un viejo macuto. La Casa del Ju-Ju se alzó entonces ante nosotros, a la vista, con su escaparate lamentable y depresivo. La puerta estaba entreabierta, así que entramos. No había cliente. La tienda estaba llena de mierdas africanas del estilo de máscaras, bongos y hasta el cuello de una jirafa disecado. Menuda peste. Bradley reconoció entonces algunas cosas que sirven para magia negra. Justo en ese instante apareció Silas N'Kwame con cara de pocos amigos, detrás del mostrador. Mike le preguntó directamente por Jackson Elías, y yo vi en los ojos del negro unas ganas locas de asesinarnos a todos. Suerte que no tenía ningún arma a mano.
Harlem... siempre Harlem |
- ¡¡¡Mike cuidado, ese tío es un puto negro asesino!!! Escupí yo a la vez que el cigarrillo que no me había dado tiempo a encender.
Mike lanzó un directo seguido de un uppercut, mientras yo solté un swing del izquierdo. Silas encajó bien: aún aguantaba. Entonces Ofelia, asustada pero extremadamente rápida, sacó su revolver, se aprovechó de un segundo con suficiente visibilidad en medio de la lucha y le descerrajó al negro un tiro limpio entre ceja y ceja. Todo volvió de repente a la calma con el tío ese más que muerto.
Nos pusimos a registrar y le quitamos a Silas una llave que colgaba de su cuello. Debía de ser importante. Luego, detrás del mostrador, encontramos una trampilla que se abrió sin dificultad sobre una escalera que bajaba profundamente en la oscuridad. Tiramos allí el cuerpo del muerto, que quedó a media altura con las piernas cómicamente dobladas. Bajamos entonces alumbrado débilmente con nuestros encendedores. Al llegar abajo nos topamos con una impresionante puerta. La llave encajaba, la giramos y la puerta se abrió. Así pudimos entrar en una cámara enorme y con un techo de más de 4 metros de altura. Las paredes estaban repletas de extraños e incomprensibles grabados. También había antorchas en todas partes, así que Ofelia no perdió el tiempo y las encendió de la primera a la última. ¡Andare il cazzo!
A plena luz pudimos contemplar dos postes de tortura muy pero que muy gastados. La sala estaba además llena de grandes tambores de tipo africano. En el centro había una especie de ancho pozo de piedra cerrado por una pesada tapa de piedra atada con cadenas y poleas fijadas al techo y a dos grandes travesaños de hierro. En el fondo, por último, se extendía hasta el suelo una cortina, adivinándose una pequeña cámara más allá.
Eso llamó nuestra atención. Nos acercamos todos con nuestras armas en las manos... Y tiramos de la cortina.
- ¡Figglio di puttana!
Detrás había una alcoba, sí, pero no era NORMAL. En el fondo y en el suelo se extendía una especie de fardo de piel de leopardo, y a cada lado y contra los muros laterales se erguían dos espantosos muertos, cuatro en total, hombres de piel blanca que sin duda habían acabado sus días horriblemente torturados. Y ahora estaban ahí sus cadáveres. Muertos, sí... Pero, ¡espera! Están muertos pero de pie... ¡Y se giran hacia nosotros!
¡¡¡AAAAAUGH!!!
Mis compañeros dejaron de pensar. Se pusieron a gritar y a correr, a salir a toda prisa de allí, alguno realmente enloquecido (¡nunca vi a Mike así!). Ninguno podía hacer nada contra aquellos... inhumanos.
Ninguno salvo yo.
¡Ra-ta-tá-ta-ta-tá-ta-ta-tá-tá-ta-ta-tá- ta-ta-tá-ta-tá-ta-ta-tá ¡Ra-ta-tá!
¡Pezzo di merda di morti vivi!
Y la Tommy gun al fin escupió plomo y fuego.
Durante 30 largos latidos de corazón, mi Thompson arrolló con su fuego del infierno. Dos cargadores enteros me costó. Cachos de carne y hueso volaban por los aires, pero los no muertos no querían dejar de intentar morderme, mientras yo iba esquivándolos y moviéndome por toda la cámara. La suerte estuvo de mi lado. Dos cargadores y más de 50 balazos de .45 más tarde, sin que me arañasen siquiera, y terminaron cayendo arruinados a pedazos...
- ¡Eja, Eja, Alalà aaaaaaaaaaaa!
Cogí el bulto que estaba en el suelo antes de salir de allí, claro. El bulto era en realidad un manto de piel de leopardo, como he dicho. Dentro había un bol de cobre bruñido, un cetro de gran valor, una diadema de metal gris grabada con runas, una extraña y compleja máscara africana de tres ojos y, por fin, el libro Sectas oscura de África. El de la biblioteca Widener de Harvard. Ya es nuestro.
Salí. Encontré a los demás en el exterior.
- ¡Cacchio! El sótano está limpio, tengo el libro.
Solté el paquete en el asiento trasero del coche.
- ¡Possiamo andare!
Encendí un pitillo. Disfruté como nunca de mi primera bocanada por estar vivo después de lo vivido ahí abajo.
A lo lejos, vimos a Mike tratando de reponser. Había que recogerle cuanto antes y salir de allí.
Arranqué el motor.
Continuará…
Vaya pasote, Phil!! Lo he vuelto revivir todo. Guau! Gracias por deleitarnos con este pedazo de rolato. Y ahora, a por la siguiente sesión de este campañón que, por cierto, me está enganchando de una manera...
ResponderEliminarJajajaja gracias compañero de fatigas, fue un placer. Esta campaña se avista como super adictiva.
ResponderEliminarUn rolato al mismo nivel que el campañón que estamos jugando, ¡gracias Phil!
ResponderEliminarPoniendo mi granito de arena a esta mega campaña, gracias a ti.
ResponderEliminarImpresionante!!! Muchísimas gracias por pergeñar este excelente rolato: me hacía mucha falta!!!
ResponderEliminarThanks Máster. Ahi poniendo cariño y mi Phil'French style como dice Jesús y con ayuda del Ignacio's professional style para que se quede bien redondo...
ResponderEliminarGracias Phil!! Muy buen Rolatado!
ResponderEliminarFalta etiquetar éste artículo como ayuda de juego para que aparezca en el menú. Porque he intentado descargar todo y me he encontrado con que el cuarto no aparecía. Gracias gente.
ResponderEliminarCierto! Ya está arreglado. Gracias por el soplo ;-)
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